miércoles, 30 de abril de 2014

LA INDUSTRIA SIDERÚRGICA EN LA ESPAÑA DEL XIX

Como idea general deberíamos tener en cuenta la baja calidad de carbón español, escaso, de vetas irregulares y bajo poder calorífico, convirtiéndose en un obstáculo del crecimiento industrial español. Es por ello por lo que la localización siderúrgica responda más a la cercanía de las minas de hierro, al contrario de lo que ocurría en Europa (ya que el carbón es más costoso de transportar y se necesita en más cantidad).

Tomado de lasalle.es

La primera siderurgia importante nace en el sur, en Málaga, aprovechando los yacimientos ferrosos de Marbella y Ojén, y con altos hornos alimentados con carbón vegetal y energía hidráulica. En 1826 Manuel Agustín de Heredia, empresario enriquecido con el comercio colonial, funda la sociedad La Constancia. A partir de los años 30 copa el mercado nacional al cerrarse muchas forjas tradicionales del norte por culpa del inicio de la Guerra Carlista. Sus precios son elevados y su producción escasa, cubriéndose el mercado con las importaciones de Inglaterra, algunas procesadas también en Málaga. 



Tomado de malagahistoria.com
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Esta hegemonía durará aproximadamente veinte, hasta que son desbancados por asturianos y vizcaínos, hasta que en 1885 cierre La Constancia. Su problema radicaba en la necesidad de utilizar carbón vegetal de los bosques vecinos con un bajo poder calorífico.

Altos hornos Asturias (Mieres)
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En Asturias se inician los altos hornos en 1848, en las cuencas hulleras de Mieres y Langreo, aprovechando la abundancia de carbón mineral. Uno de los problemas es la imposibilidad de llevar el mineral hacia el interior, por lo que es mayoritariamente embarcado en el puerto de Gijón. En 1857 se crea la Sociedad Duro y Compañía en la Felguera, usando coque. Se pone a la cabeza de la siderurgia española entre 1862 y 1879, gracias a la diferencia en los costes de producción con respecto a Málaga, los problemas de un carbón de menor poder calorífico que el inglés y dificultades de comunicación con los mercados.


Los altos hornos de Vizcaya se crean en 1849, teniendo un impulso en 1865 al emplear coque. El despegue se inicia con la Restauración al reactivarse el comercio gracias al fin de la tercera guerra carlista y las facilidades para la extracción al quedar extinguidos los fueros. En las dos últimas décadas del XIX la producción se multiplica por siete, gracias al abaratamiento en sus costes, siete veces menores que los asturianos.
Basado en un nuevo método (Bessemer) que permitió utilizar el hierro vasco, hasta entonces poco productivo por su bajo contenido en fósforo. Desde este momento se estableció un fructífero comercio (se exporta acero a Inglaterra, volviendo los mismos barcos con carbón inglés, más barato y con un mayor poder calorífico que el asturiano) que permitió una paulatina concentración de capitales locales que se fueron uniendo con el de sus socios británicos (capitales mixtos, como los de Lequerica).
Con los nuevos hornos de 1885 consiguen producir el 80% de todo el hierro colado español. Las empresas vizcaínas van a forman un sindicato tipo cártel, para establecer precios y producciones, controlando así la siderurgia española hasta el inicio de la Gran Guerra. Estas industrias revierten su capital en Vizcaya, dando lugar a la formación de una muy solvente red bancaria (Banco de Bilbao, Vizcaya, Guipuzcoano,...) y a otras industrias como la naval (Ybarra). Esta última, se apoya en los encargos hechos por el gobierno en 1887 para construir una flota en astilleros españoles y en los capitales que huyen del campo por la crisis de los años 80. 


Sin embargo la industria siderúrgica arrastrará un grave problema. Su principal cliente, el ferrocarril, además de tardío, se realizará con acero extranjero  como se ha visto aquí . Además hay una escasa demanda de productos tecnológicos que tuvo la agricultura española, como ya hemos visto muy poco tecnificada.




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