lunes, 14 de septiembre de 2015

Texto. Las tintorerías medievales

La vía de los Tintoreros, cruzándose aquí y allá con personas atareadas que acarreaban bultos y caminaban a un paso bastante más apresurado que el suyo. Llegaron a un espacio más amplio, una plazuela (...) de gran bullicio. Esos debían ser los secaderos. Había cuerdas cruzadas, asidas a palos o clavos afianzados en las paredes, en las que los trabajadores exponían tejudos alsol. Otros estaban directamente tendidos en el suelo, encharcando el piso. Chorreaban tejidos retorcidos con fuerza entre dos o tres personas; otros, con palos, golpeaban lienzos extendidos que estallaban a cada golpe en una nube de gotas sucias. Al otro lado de la plaza, un enorme pilón servía para que otros obreros atareados empaparan y aclararan sus tejidos y sus lanas, sus pieles y cueros (...)

(Los curtidores). Decenas de obreros curtidores de todas las edades, muchos de ellos campesinos desarraigados, se afanaban en esta penosa actividad. Los talleres eran, generalmente, poco más que cuevas insalubres que acogían enormes cubas en las que se sumergían las pieles durante el proceso de curtido lento y complejo, que a veces llevaba más de quince meses. Requerían además la utilización de materiales sumamente peligrosos para la salud, productos químicos tóxicos obtenidos de forma artesanal, y mucha agua para las diversas operaciones de remojo, pelambre, desenlacado, desengrasado. Agua seriamente contaminada que era después vertida, sin contemplación o disimulo en la misma calle, por donde corría libremente formado por arroyos repugnantes y charcos malolientes difíciles de esquivar para el viandante.
Aquellos obreros desharrapados, la mayoría descalzos y apenas cubiertos por una tosca saya, no hacían nada por evitarlos ni mostraban el menor reparo en chapotear en aquel líquido infecto. En tales talleres se almacenaban también, en anárquica acumulación, todo tipo de deshechos orgánicos: sangre, grasas, restos de animales despellejados (...) Eran residuos por los que disputaban a sus anchas perros callejeros, gatos y ratas grandes como conejos

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